Esta semana me gustaría dedicarle unas líneas al “Doctor Octopus”, – sí, me refiero a nuestro amigo el “escurridizo pulpo”, concretamente al pulpo común (Octopus vulgaris) – al que nos observa desde los recovecos y agujeros de las piedras con esos ojos amarillos anaranjados penetrantes, capaz de adoptar infinidad de colores y texturas para mimetizarse con el entorno.
Octopus vulgaris es el pulpo que nos solemos encontrar en nuestras incursiones submarinas, ya sea buceando o haciendo snorkeling, y con un poco de suerte dando un paseo a pie por una zona rocosa poco profunda.
El pulpo forma parte de la clase de los Cefalópodos (cuya traducción literal significa «cabeza con pies») que, junto con las sepias y los calamares, conforman el grupo de Moluscos más evolucionado. Su cuerpo se divide en 2 partes: una es el cafalopodio, que está formado por la cabeza, las patas y el sifón (órgano que utilizan para propulsarse); la otra parte es el viscéropaleo que incluye la zona posterior del cuerpo, detrás de los ojos, donde se alojan los distintos órganos de su cuerpo.
Los pulpos poseen 8 brazos (de ahí el nombre de Octopus) dispuestos alrededor de su boca, unidos entre sí por su base mediante una membrana. En la boca, tienen las mandíbulas características denominadas pico de loro (por su similitud con el pico de estas aves). Esta forma tan característica de sus mandíbulas le sirve para alimentarse, ya que la utiliza para poder abrir las valvas de las de almejas y otros moluscos y también para triturar el duro caparazón de los cangrejos de los que se alimenta.
Cada tentáculo o brazo consta de 1 o 2 hileras de ventosas, dos en el caso de Octopus vulgaris. En los pulpos macho, su tercer brazo está modificado para la reproducción , se llama brazo hectocotilo, y se caracteriza por su extremo que presenta forma de “cuchara”.
La especie que es más común en nuestras costas, Octopus vulgaris, puede llegar a medir más de un metro, la longitud de su cabeza puede llegar a ser de unos 25-30cm, superada por la longitud de sus brazos que pueden ser de 2 a 3 veces más largos. Su coloración es variable, predominando los tonos grisáceos, más o menos oscuros, con manchas virando a verde o amarillo.
Lo que más nos llama la atención de los pulpos es su capacidad de cambiar de color rápidamente para mimetizarse con el fondo. A esta estrategia se le llama cambio fisiológico de color, y es el proceso por el cual son unos maestros del camuflaje, ya que están entre los que poseen una mayor habilidad en la adaptación al fondo, presentando la capacidad de asemejar su aspecto tanto al color como a la textura del ambiente en el que se encuentren de forma excepcionalmente precisa; además, recientemente, se ha visto que estos cambios no solo sirven para esconderse de sus depredadores o tender emboscadas a sus presas, sino también refleja estados de ánimo y permite comunicarse con otros congéneres.
El cambio de coloración se produce gracias a unas células llamadas cromatóforos. Los cromatóforos son células que contienen gránulos de pigmento que reflejan la luz. Los encontramos en distintos seres vivos: además de los cefalópodos, también en peces, anfibios, reptiles. Pero sin duda, los cromatóforos de los cefalópodos son los más llamativos y uno de los mas complejos, debido a que son controlados por movimientos de los músculos a través del la activación neuronal y el cerebro, capaces de emitir en diferentes longitudes de onda cromáticas, lo que da lugar a esquemas de colores que cambian rápidamente.
La siguiente imagen es una puesta de Octopus vulgaris, fotografía que ha recibido el segundo premio, en la categoría macro, del Concurso de Fotografía Científica InvestigArte 2013-2014, organizado por la Fundación Barrié y la Universidad de Santiago de Compostela. En la fotografía titulada «Un racimo de vida» se pueden observar varios huevos de pulpo próximos a la eclosión y en los que ya se distinguen los embriones con los cromatóforos perfectamente funcionales.
Son territoriales y se suelen hacer refugios amurallados en los huecos de las rocas con piedras y conchas.
Los machos maduran a tamaños y edades inferiores que las hembras, un macho madura cuando alcanza los 200g y las hembras a los 500g. En invierno los individuos maduros empiezan a acercarse a la costa con fines reproductivos y en primavera es cuando su concentración en el litoral es mayor.
Presentan un cortejo pre-copulación relativamente sencillo. Durante la reproducción el macho le pasa a la hembra con su brazo hectocotilo un paquete con espermatozoides (espermatoforo) que la hembra alojara en su cavidad paleal (cavidad que se encuentra detrás de los ojos). Posteriormente, la hembra depositará los huevos (hasta 500.000 huevos agrupados en racimo) entre las rocas en zonas donde no les falte aireación y se ocupara de su cuidado.
Durante este periodo la hembra no se alimentará y se dedicará exclusivamente al cuidado de su descendencia. Se podría decir que la hembra del pulpo da la vida por sus hijos, ya que inmediatamente después de que los huevos eclosionen, ella morirá.
A pesar de tales cantidades de huevos que son capaces de poner, su probabilidad de llegar a adultos es baja (aproximadamente el 9%), debido a los numerosos de predadores naturales que tienen que soportar durante su ciclo vital hasta que llegan a adultos y por la pesca comercial y deportiva, sobretodo a finales de primavera y verano, periodo que coincide con la época de puesta.
Durante esta época es muy importante no molestar a las hembras ya que se encuentran muy débiles y, cualquier estrés adicional, podría hacer que muriera, y si ella muere, también lo hará su descendencia, al privar a los huevos de los cuidados que necesitan.
JUAN ANDRES BASTIDA DURAN
Estudiante biología marina (Universidad de alicante)
MERCEDES VARELA
Doctora en Biología Marina por la Universidad de Alicante
www.posidoniaecosports.com
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